¿Nuevo feminismo? No, gracias

   Hablar de feminismo siempre es complicado. La disyuntiva  feminismo sí, feminismo no, sigue tan en boga como en los primeros momentos de su aparición. Y sigue desatando simpatía y rechazo a partes iguales.

 Partiendo de la base de que no hay un feminismo, sino muchos feminismo, lo que sí está claro es que las mujeres debemos (o deberíamos) estar agradecidas a la lucha de las primeras feministas. Todos hemos visto imágenes de esas aguerridas sufragistas que pelearon por lograr unos primeros derechos que les eran negados. A aquellas mujeres esa lucha les costó, en muchos casos, su matrimonio, sus hijos, su trabajo, la incomprensión de su propia familia, la burla y desprecio de la sociedad, la cárcel y, en algún caso, la muerte. Y es que ser pionero, de los de verdad, exige pagar un precio muy alto.

     No vamos a exponer aquí un tratado exhaustivo sobre lo que fue y es el feminismo, pero sí un pequeñísimo resumen que ayuda a comprender la evolución (¿o involución?) del feminismo. Empecemos por la definición que da la RAE:

1. Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.

2. Movimiento que se apoya en el feminismo.

 Veamos, a grandes rasgos, las tres etapas del feminismo:

     – Feminismo de Primera Ola: surge en el siglo XIX. En esta primera fase se trata de alcanzar ciertos derechos básicos como el voto (destacable la figura de Emmeline Pankhurst), la igualdad en cuestiones como la propiedad, libertad de actuación e igualdad dentro del matrimonio.

Manifestación feminista en la Plaza de la Bastilla en Paris, 1934. Fuente: WikimediaManifestación feminista en la Plaza de la Bastilla en París, 1934. Fuente: Wikimedia

 -Feminismo de Segunda Ola:  aparece en los años 60 del siglo XX. Las nuevas reivindicaciones se centran en el derecho a decidir sobre el cuerpo, abarcando temas como la sexualidad, el aborto y la familia, y los derechos laborales.
-Feminismo de Tercera Ola: si bien el feminismo, desde sus inicios, se caracterizó por su heterogeneidad, es en esta Tercera Ola donde las reivindicaciones tratan de aglutinar temas tan dispares como la cuestión racial, la teoría queer¹  el ecofeminismo², el post-colonialismo³, la transexualidad, etc. Esta tercera etapa nace en los años 90.

     Y es con esta Tercera Ola con la que yo choco. Frontalmente. Y prefiero llamarlo nuevo  feminismo o feminismo radical, ya que creo que refleja mejor las posiciones de estas mujeres, algunas incomprensibles para mí. Siempre me he definido como feminista, entendiéndolo como una lucha por la igualdad de derechos y obligaciones. Pero ahora ya no lo tengo tan claro y no me siento identificada con este nuevo ideario lleno de panfletos, corrección política, micromachismos y demonización del varón occidental, más bien me hace sentir vergüenza ajena.

     Cuando el año pasado Donald Trump ganó las elecciones vimos en muchas ciudades de todo el mundo marchas de mujeres con pancartas variopintas, como ésta:

   No hace falta usar mucho la imaginación para saber qué pasaría si quien lleva la pancarta fuera un hombre y en vez de poner “men” pusiera “women».  Fácil intuir el linchamiento mediático y social del osado, por no hablar de otras consecuencias. En estas manifestaciones anti Trump de EEUU se dejaron ver famosas como Madonna, Scarlett Johansson, Miley Cyrus y Kate Perry, entre otras, lo que a mí no me deja de llamar la atención porque estas mujeres han vivido y viven de la explotación de su físico, algunas de ellas descaradamente. Sí, ya sé que muchos dirían que son artistas, esa palabra con la que hoy día se define cualquier cantamañanas. Y sí, ya sé que el  feminismo  dice que las mujeres pueden usar su cuerpo como les plazca, desnudarse o no, pero veo cierta incoherencia en que estas mujeres libres, bien pagadas y con los muchísimos privilegios que dan su estatus social y su dinero salgan a la calle a dar discursos como si fueran sufridas camareras, dependientas o empleadas domésticas reivindicando sus derechos. Es tradicional, tanto en España como en EEUU, que el mundo del espectáculo esté ligado a la izquierda,  por lo que se entiende que estas actrices y cantantes no estén muy contentas con la llegada de Trump. Lo que se cuenta menos es que lo que ha provocado gran parte del cabreo con el nuevo presidente se debe en gran medida a que ha decidido quitar la financiación pública a Planned Parenthood International, organización que promueve el aborto fuera de Estados Unidos. Esta financiación, con fondos federales, había sido cortada por George Bush hijo y  restablecida por Obama.

     El  tema Trump da para más. No vamos a entrar a juzgar su labor como presidente, que guste o no, fue elegido por sus votantes (si no hacemos caso de la posible injerencia de Rusia). Sorprende que el tipo suelta lo que piensa sin pensar en la corrección política, a veces metiendo la pata hasta el corvejón. Uno de los hechos que contribuyeron a su crucifixión mediática fue  cuando salieron a la luz unas conversaciones privadas, un tanto descarnadas, donde decía que si eres famoso las mujeres te permiten hacer lo que sea, incluso «agarrarlas del coño». Esta frase causó gran revolución entre el feminismo histérico, ese que sale con pancartas a hacer performances callejeras y a berrear como posesas. Por supuesto, ninguna se paró a reflexionar sobre la parte de verdad que contienen sus palabras, al margen de que fueran desafortunadas. ¿No es cierto que hay mujeres que pasan por el  aro con tal de atrapar al ricachón de turno o trepar en su profesión? Ahora de golpe, en este mar de corrección política y militancia feminista de todo quisque,  queremos borrar la realidad y no reconocer que la actitud de muchas mujeres también es errónea. Pero para algunas no existe la responsabilidad, todo es cosa del «macho opresor». Desde hace varias semanas, todos los días nos desayunamos con casos de supuestos abusos de actores, directores de cine, productores, presentadores, etc., algunos acaecidos hace 20 ó 30 años. Todo  el mundo, siguiendo la corriente que impera, apoya a estas mujeres sin saber qué ocurrió y sin preguntarse por qué lo cuentan ahora. El caso del productor Harvey Weinstein es uno de los que más de moda está. Han salido actrices consagradas, aspirantes y modelos hasta de debajo de las piedras acusando al susodicho de todo tipo de abusos. Lo curiosos es que muchos compañeros de profesión dicen que en Hollywood todo el mundo lo sabía. Si todo el mundo lo sabía, ¿por qué nadie dijo nada? ¿Por qué la presuntas abusadas no denunciaron? O sea, que mientras hay negocio, todo el mundo calla, incluidas las denunciantes. Algunas contaron que el productor las invitó a subir a su habitación del hotel y allí quiso propasarse o incluso alguna dice que la violó.  Me resisto a creer que en el mundillo de la farándula todas estas mujeres fueran unas pardillas inocentes cual virgen renacentista. ¿Qué esperaban, que la invitación de este elemento implicara  jugar al parchís? Estas reflexiones no implican que esté defendiendo ni a este ni a otros babosos y atacando a las mujeres que denuncian, y es hasta penoso tener que aclararlo, pero da la sensación de que mientras eran aupadas al éxito no había abusos. Es ahora, al destaparse la caja de los truenos, cuando sale todo a la luz. Algunos dicen que si hubieran denunciado en el momento, su «carrera» se habría arruinado porque Weinstein es muy poderoso. Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿Escogen la fama y los trabajos o escogen su dignidad personal? Todo el mundo es libre de elegir y de decidir, pero si eliges una opción, sé coherente y apechuga. En un Estado de derecho, los delitos se denuncian al momento si se quiere obtener algún tipo de justicia. Obviamente esperar años para realizar la denuncia, y además pública, resta bastante credibilidad.

     Pero donde el feminismo actual muestra una incoherencia brutal es con el Islam. Sí, hay que hablar del Islam, y da para mucho. No se ve nunca protestar a las feministas por delitos contra la mujer cometidos por varones musulmanes, porque parecen tener patente de corso. Incluso hay un denominado «feminismo islámico», lo cual a mí no deja de parecerme un oxímoron. ¿Qué buscan? ¿Qué pretenden? Tenemos el estrambótico caso de Linda Sarsour, musulmana estadounidense que pide la sharía (ley de Alá) y la práctica de la yihad (lucha, violenta o no, que todo musulmán debe realizar para que se imponga la justicia de Alá) contra Trump. Alabada por la izquierda como nueva líder de la causa feminista, fue una de las organizadoras de las marchas de mujeres en EEUU. La posición de esta mujer es opuesta a la de Ayaan Hirsi Ali, una mujer somalí que sufrió en sus propias carnes la mutilación genital y a la que su padre quería casar en contra de su voluntad. Tras huir y recalar en Europa llegó a ser parlamentaria en los Países Bajos, de donde ha tenido que irse por estar amenazada de muerte por los musulmanes. Pensar que hoy día alguien tenga que irse de Europa porque está amenazada de muerte suena surrealista, increíble, de otros tiempos, ¿verdad? Y de uno de los países más liberales del continente. Pues es real. La señora Ali, es considerada una traidora, entre otras cosas, por abandonar  el Islam y tratar de explicar a la gente lo que se esconde tras esa espantosa ideología. Entrevista a Hirsi Ali aquí:

     En la Nochevieja 2015 muchos vimos atónitos las noticias de los brutales ataques a cientos de mujeres en la ciudad alemana de Colonia, perpetrados por inmigrantes musulmanes y africanos (se calcula que participaron un millar de hombres). A pesar de que algunos lo niegan aún a día de hoy, fueron muchísimas las denuncias de mujeres jóvenes que sufrieron ataques de todo tipo en plena calle (manoseos, violaciones, robos, golpes, etc.). Algunas no es sólo que lo nieguen, sino que consideran que culpar a los hombres norteafricanos es racista. Así, sin más, aunque las mujeres abusadas describieran así los rasgos de sus atacantes. Los sucesos de Colonia fueron los más llamativos, pero también se sucedieron ataques en varias ciudades alemanas, como Frankfurt, Hamburgo, Stuttgart o Düsseldorf.  Lo que llama la atención no es sólo el número de participantes en los ataques, sino que la policía alemana ocultara los hechos durante días. Tras las críticas, el jefe de la policía de Colonia, Wolfgang Albers, acabó dimitiendo. Tampoco la prensa colaboró, siendo escasa la información. Pero lo que a muchos nos hizo preguntarnos (una vez más) qué clase de políticos tenemos, fue al ver las declaraciones de la alcaldesa de Colonia (repito, alcaldesa) Henriette Reker, que se atrevió a dar a las mujeres «consejos» de comportamiento, como «mantener una distancia de más de un brazo», o «no acercarse a extraños ni a quien no se tenga confianza». El colmo fue cuando el imam salafista de la mezquita de Al Tawhid en Colonia, Sami Abu-Yusuf, dijo que las culpables de los ataques habían sido las propias mujeres por «ir semidesnudas y llevar provocativos perfumes».  Hay que aclarar que el salafismo es, junto con el wahabismo, la rama más radical del Islam, son sunníes que abogan por la vuelta a los orígenes, a un Islam más «puro». Y asesinan no sólo a los kafirs  (infieles), sino al resto de musulmanes que ellos consideran malos musulmanes. Y esto se permite en Europa, donde somos tan demócratas que nadie puso a este tipo con un billete de vuelta para su pueblo tras decir esas barbaridades.  Y todo ello gracias a la absurda idea de la canciller Merkel de permitir la entrada de más de un millón de hombres a Alemania sin ningún control. Evidentemente, además del propio sistema ideológico que supone el Islam, en Occidente ha crecido una ola de papanatismo increíble e insufrible que nos obliga no sólo a aceptar, sino a adaptarnos a personas con unos valores totalmente opuestos a los nuestros. Esto es un error y es imposible que los valores occidentales puedan coexistir con los valores de unos pueblos que consideran a la mujer poco más que una mercancía, entre otras cuestiones.

     Los suecos, ese pueblo que durante años fue el paradigma de la libertad femenina y que tantas películas inspiró en España, tampoco se libran de la ola de buenismo, la nueva religión occidental.  En 1975, el Parlamento sueco decido que ya está bien de que los suecos sean tan rubios y tan blancos y que hay que «multiculturalizar» el país. Pues bien, desde esa fecha hasta 2014, el número de violaciones se ha incrementado en un 1472%, y el del crimen violento un 300%. Suecia tiene el horroroso «honor» de ser superada por Lesotho en número de mujeres violadas.  Y las feministas de pancarta y megáfono, ni palabra. Sólo salen a la calle a protestar por el ubicuo machismo del malvado hombre blanco. Por si no fuera poco, una diputada sueca, Barbro Sõrman realizó unas declaraciones que, como mínimo, se pueden considerar sonrojantes. Esta mujer, que se supone trabaja para el bienestar de su pueblo, publicó en su cuenta de Twitter que es natural que los refugiados musulmanes violen a mujeres suecas, ya que en sus países  es algo cultural y las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda clase. Por el contrario, le parece mucho peor que los violadores sean suecos, ya que éstos han sido educados en la igualdad y si violan lo hacen por elección activa, sea eso lo que sea, y deben cumplir con «estándares más altos».  ¿? También aprovechó para criticar que se acuse a los refugiados de violación. El problema es que ahora muchos de estos buenistas conversos hablan de violadores suecos, en general, sin tener en cuenta que muchos de estos inmigrantes han conseguido papeles y son registrados como suecos. La realidad es que el 77,6% de los violadores son inmigrantes musulmanes.  La  propia policía, para no despertar recelos entre la población autóctona, ha ocultado muchas violaciones, como sucedió en el festival de música We are Sthlm, en 2014 y 205, siendo muchas de las víctimas de acoso y abuso sexual menores de 15 años.

   Hace años, al debatirse el espantoso tema de la mutilación genital femenina, alguna de estas feministas de nuevo cuño tuvieron la osadía de decir que es una «cuestión cultural» y no hay que inmiscuirse. ¿? Entonces, ¿por qué inmiscuirse en otros asuntos? ¿Para qué sirve el feminismo? Pero hoy día aún hay muchas que no se dan por aludidas y no se pronuncian, como sucedió en Suecia (una vez más) cuando un tribunal  de Attunda condenó a una pareja gambiana por permitir la mutilación de su hija de 3 años. A la hora de abordar estos gravísimos abusos  hay un doble rasero; la mutilación de niñas provoca sufrimiento y enfermedades de por vida, y en ocasiones la muerte, con lo que alegar que es algo «cultural» es de una miopía intelectual terrible. Por cierto, tampoco se oye a ninguna feminista ni a ningún feminista (que los hay) criticar la circuncisión de los niños por cuestiones no médicas. Tampoco se ven apenas protestas contra las condiciones de las mujeres en países islámicos. Solo una vez he visto publicadas imágenes de las «activistas» de Femen berreando sus consignas: en una ocasión se atrevieron a ir a un acto celebrado por musulmanes en París, donde subieron al escenario gritando y las echaron literalmente a patadas: (vídeo)

 Ahora, en occidente, estas adalides de la libertad centran su atención en cuestiones como que el piropo es un micromachismo, o se encargan de gritar a los cuatro vientos lo poco que cobran las mujeres en relación a sus compañeros masculinos. Nuevamente, ninguna parece tener en cuenta que la reducción de horario, la categoría o cualquiera de las variables. ¿Alguien puede creer que, a igual trabajo, igual horario e igual categoría, las mujeres cobran menos? Siendo así, los empresarios se harían de oro contratando solo mujeres, ya que saldrían mucho más baratas. Yo me pregunto por qué no denuncian y dan nombres todas las que dicen que las mujeres cobran menos en vez de lanzar una acusación vaga sin datos. Este es el feminismo victimista («la culpa es del opresor varón heterosexual») que a muchas mujeres nos está alejando y espantando. Todos los días la prensa está inundada de artículos y reportajes sobre machismo, micromachismo, sororidad, etc., con el fin de hacernos ver lo malvados que son los hombres occidentales con nosotras y lo buenas y maravillosas que somos las mujeres, y diciéndonos que tenemos que empoderarnos  y no leer determinados libros ni ver determinadas películas porque son machistas. Buscan el enfrentamiento de una parte de la humanidad con la otra, como si no hubiera bastante enfrentamiento ya. Ya no les basta con querer cambiar el lenguaje. Y por ahí no paso. Ese nuevo feminismo que excluye,  no me interesa.

(1) Básicamente propone que, tanto la identidad como la tendencia sexual de una persona. son construcciones sociales en los que no interviene la Biología. Volver
(2) Corriente que ve una relación clara entre la explotación de los recursos del planeta con la opresión hacia las mujeres.Volver 
(3) Considera que el feminismo solo se había centrado en las mujeres occidentales, por lo que la crítica se centra en los efectos que el colonialismo tuvo sobre los países colonizados.Volver 

 

 

 

 

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